En
Lector in Fabula, Umberto Eco nos habla, en primer plano, del texto como un
algo que se debe actualizar, es decir, plantea que un texto es una
concatenación de signos lingüísticos que deben dejar de verse como una red
únicamente sintáctica y darle una resignificación para rescatar el mensaje a través de una competencia gramatical, a través de una compleja serie de movimientos
cooperativos. “Un texto quiere que alguien lo ayude a funcionar.”(p. 76)
Ya
se conoce el sistema de comunicación: emisor, mensaje, receptor. El autor o
emisor debe tener en cuenta que su competencia debe ser similar a la de su
receptor, es decir, debe pretender emitir un mensaje a lo que Eco llamará Lector Modelo, quien será capaz de actualizar
el mensaje. Se espera que dichas competencias sean cumplidas: misma lengua,
similar enciclopedia, léxico, marcas discursivas, de reglas conversacionales. Todo este estudio
es desde una perspectiva pragmática del discurso.
Hasta
ahora nuestro lector se ha encargado de actualizar al texto, sin embargo, se
debe esperar el momento en que se llegue a un espacio ambiguo o desconocido
para el lector, estas fallas también deben ser previstas por el autor: debe
encargarse de llenarlas el autor a través del texto o, los espacios en blanco
están ahí a propósito para que el lector ejerza su poder de coautor y pueda llegar a una
interpretación.
La
capacidad interpretativa del lector, su competencia al enfrentarse a un texto, es lo que nos va a llevar a la clasificación
que Eco hace en los textos: sin son “abiertos” o “cerrados”, pero también
depende
Para
Eco los textos abiertos son en donde el autor:
Decide (aquí es precisamente
donde la tipología de los textos corre el riesgo de convertirse en un continuum
de matices) hasta qué punto debe vigilar la cooperación del lector, así como
dónde debe suscitarla, dónde hay que dirigirla y dónde hay que dejar que se
convierta en una aventura interpretativa libre. (Eco, p.84)
Entonces
tenemos que el autor hace uso de recursos estilísticos para crear un constructo
casi perfecto que le sirva como herramienta al lector y que, junto con una
iniciativa externa, logrará generar una
interpretación entre líneas, esto es: leerá como modelo de una situación
pragmática ineliminable, la asumirá como hipótesis regulativa. Así se logra el
punto culminante y perfecto en el que el lector logra que las interpretaciones
libres y limitadas se unan en interpretaciones
que refuercen.
Para
ejemplificar esta postura tomaré a Julio Cortázar quien en su cuento Las babas del diablo: Este cuento se
publica en Las armas secretas en
1959, nos narra la historia de Michel, un traductor y fotógrafo franco-chileno
que, sin buscarlo y con ayuda de su Contax, se convierte en el testigo de un
intrigante hecho que lo mantendrá desconcertado, o quizá sólo se trata de la
historia de una Contax 1 1.2 que captura un momento.
La
historia gira en torno a una serie de fotografías tomadas por alguien con algo,
o viceversa. Michel está en el parque, empieza a ver de la lente de su cámara
fotográfica, se encuentra con esta escena: una mujer con un chico mucho menor
que ella, tal vez coqueteaban mutuamente, tal vez la mujer lo acosaba, tal vez
lo persuadía. Cuando la lente hace girar dos gradoa a Michel se puede ver al
sujeto en el auto. De repente la mujer enfadada se acerca a Michel y le pide la
cámara, él se escuda con argumentos débiles, pero no se la da. Al revelar el
rollo Michel empieza a observar las fotos e imaginar el final, o quizá no lo
imagina y es lo que realmente pasa.
Al
final, el lector es quien tiene que inferir, ya con una competencia creada por
una especie de marco referencial de todo lo que implica la literatura cortazariana,
qué es lo que sucede al final, quién es quién, pues recordemos que se hace un tremendo
superpuesto de identidades entre la Contax y Michel.
El
siguiente link es de la película Blow up,
filme que se basa en el cuento citado de Cortázar. Elegí esta escena porque es
a partir de las fotografías de donde se comenzarán a llenar huecos y a hacer
todo tipo de inferencias.
A
diferencia de los textos abiertos, los textos cerrados tienen, pienso, incluso una estructura más sencilla y
fácil de descifrar: por ejemplo el típico “había una vez…” de los cuentos y los
finales tan recurrentes de la novelas donde la buena termina quedándose con el
galán. Este tipo de textos está dirigido un público en general que cuenta con
características similares, mismos intereses, mismo vocabulario, etc. Sin
embargo, no debemos olvidar lo que se viene marcando durante toda la lectura:
depende de los huecos ambiguos que el lector se vea en la necesidad de rellenar
dependiendo de su competencia; sin embargo, si para el lector, la estilística
del lenguaje se vuelve algo intrigante, que capte su atención y que permita
desarrollar su competencia, es decir, que se vuelva una especie de reto,
entonces el texto modificará completamente el impacto que se prevee sobre el
lector.
Se
me ocurre por ejemplo, poner el final de una comedia romántica A él no le gustas tanto, en donde al
final de las historias, la mayoría se queda con las respectiva pareja que el
espectador estaba ya infiriendo, a excepción de una de las protagonistas. Lo
que ejemplificaría el vuelco que podría dar un discurso.
Bibliografía.
Eco,
Umberto; Lector in Fabula, la cooperación interpretativa en el texto
literario; Editorial Lumen, tercera edición 1993.
http://biblio3.url.edu.gt/Libros/Cortazar/babas.pdf
Revisado.
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