sábado, 8 de febrero de 2014

Lector in fabula... abiertos ¿no?



En Lector in Fabula, Umberto Eco nos habla, en primer plano, del texto como un algo que se debe actualizar, es decir, plantea que un texto es una concatenación de signos lingüísticos que deben dejar de verse como una red únicamente sintáctica y darle una resignificación  para rescatar el mensaje a través de una competencia gramatical, a través de una compleja serie de movimientos cooperativos. “Un texto quiere que alguien lo ayude a funcionar.”(p. 76)

Ya se conoce el sistema de comunicación: emisor, mensaje, receptor. El autor o emisor debe tener en cuenta que su competencia debe ser similar a la de su receptor, es decir, debe pretender emitir un mensaje a lo que Eco llamará Lector Modelo, quien será capaz de actualizar el mensaje. Se espera que dichas competencias sean cumplidas: misma lengua, similar enciclopedia, léxico, marcas discursivas,  de reglas conversacionales. Todo este estudio es desde una perspectiva pragmática del discurso.
Hasta ahora nuestro lector se ha encargado de actualizar al texto, sin embargo, se debe esperar el momento en que se llegue a un espacio ambiguo o desconocido para el lector, estas fallas también deben ser previstas por el autor: debe encargarse de llenarlas el autor a través del texto o, los espacios en blanco están ahí a propósito para que el lector ejerza su poder de coautor y pueda llegar a una interpretación.

La capacidad interpretativa del lector, su competencia al enfrentarse a un texto,  es lo que nos va a llevar a la clasificación que Eco hace en los textos: sin son “abiertos” o “cerrados”, pero también depende

Para Eco los textos abiertos son en donde el autor:
Decide (aquí es precisamente donde la tipología de los textos corre el riesgo de convertirse en un continuum de matices) hasta qué punto debe vigilar la cooperación del lector, así como dónde debe suscitarla, dónde hay que dirigirla y dónde hay que dejar que se convierta en una aventura interpretativa libre. (Eco, p.84)

Entonces tenemos que el autor hace uso de recursos estilísticos para crear un constructo casi perfecto que le sirva como herramienta al lector y que, junto con una iniciativa externa, logrará  generar una interpretación entre líneas, esto es: leerá como modelo de una situación pragmática ineliminable, la asumirá como hipótesis regulativa. Así se logra el punto culminante y perfecto en el que el lector logra que las interpretaciones libres y limitadas se unan en interpretaciones que refuercen.

Para ejemplificar esta postura tomaré a Julio Cortázar quien en su cuento Las babas del diablo: Este cuento se publica en Las armas secretas en 1959, nos narra la historia de Michel, un traductor y fotógrafo franco-chileno que, sin buscarlo y con ayuda de su Contax, se convierte en el testigo de un intrigante hecho que lo mantendrá desconcertado, o quizá sólo se trata de la historia de una Contax 1 1.2 que captura un momento.
La historia gira en torno a una serie de fotografías tomadas por alguien con algo, o viceversa. Michel está en el parque, empieza a ver de la lente de su cámara fotográfica, se encuentra con esta escena: una mujer con un chico mucho menor que ella, tal vez coqueteaban mutuamente, tal vez la mujer lo acosaba, tal vez lo persuadía. Cuando la lente hace girar dos gradoa a Michel se puede ver al sujeto en el auto. De repente la mujer enfadada se acerca a Michel y le pide la cámara, él se escuda con argumentos débiles, pero no se la da. Al revelar el rollo Michel empieza a observar las fotos e imaginar el final, o quizá no lo imagina y es lo que realmente pasa.
Al final, el lector es quien tiene que inferir, ya con una competencia creada por una especie de marco referencial de todo lo que implica la literatura cortazariana, qué es lo que sucede al final, quién es quién, pues recordemos que se hace un tremendo superpuesto de identidades entre la Contax y Michel.

El siguiente link es de la película Blow up, filme que se basa en el cuento citado de Cortázar. Elegí esta escena porque es a partir de las fotografías de donde se comenzarán a llenar huecos y a hacer todo tipo de inferencias.




A diferencia de los textos abiertos, los textos cerrados tienen, pienso, incluso una estructura más sencilla y fácil de descifrar: por ejemplo el típico “había una vez…” de los cuentos y los finales tan recurrentes de la novelas donde la buena termina quedándose con el galán. Este tipo de textos está dirigido un público en general que cuenta con características similares, mismos intereses, mismo vocabulario, etc. Sin embargo, no debemos olvidar lo que se viene marcando durante toda la lectura: depende de los huecos ambiguos que el lector se vea en la necesidad de rellenar dependiendo de su competencia; sin embargo, si para el lector, la estilística del lenguaje se vuelve algo intrigante, que capte su atención y que permita desarrollar su competencia, es decir, que se vuelva una especie de reto, entonces el texto modificará completamente el impacto que se prevee sobre el lector.

Se me ocurre por ejemplo, poner el final de una comedia romántica A él no le gustas tanto, en donde al final de las historias, la mayoría se queda con las respectiva pareja que el espectador estaba ya infiriendo, a excepción de una de las protagonistas. Lo que ejemplificaría el vuelco que podría dar un discurso.



Bibliografía.
  
Eco, Umberto; Lector in Fabula, la cooperación interpretativa en el texto literario; Editorial Lumen, tercera edición 1993.

http://biblio3.url.edu.gt/Libros/Cortazar/babas.pdf

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